El golpe de estado en Chile 1973:
“Suecia facilitó el sabotaje económico a Chile
presionado por de EEUU”
Por Dick Emanuelsson
- En 1972 varias empresas suecas compraron cobre del estado chileno de minas que habían sido administradas por empresas mineras estadounidenses nacionalizadas 1971.
- Pero el pago por ese cobre al estado chileno, no fue cancelado
por presión de Estados Unidos.
- En cambio, Estados Unidos exigió que el pago se
destinaría a las empresas mineras nacionalizadas, Kennecott y Anaconda.
- Suecia, presionado por La Casa Blanca optó por
depositar el pago en una agencia gubernamental y se convirtió en cómplice del
sabotaje económico estadounidense e indirectamente del golpe militar del 11 de
septiembre de 1973.
- Esa es una página oscura del estado y gobierno sueco de esa época que no ha llamado mucha atención después del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.
Estamos acostumbrados de leer sobre suecos legendarios
como el embajador de los días dramáticos de esa época en Santiago de Chile como
HARALD EDELSTAM, bautizado al “Clavel Negro”. Con riesgo por su propia
vida, salvó centenares de chilenos de una muerte segura.
También las fuertes declaraciones del ministro de
Estado sueco, OLOF PALME, asesinado el 28 de febrero de 1986 por
personajes que se sospecha estaban al servicio de la CIA. Fue un duro crítico
de las guerras de EEUU en diferentes partes del mundo, como la de Vietnam y por
su implicación en el golpe de estado en Chile.
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Interviene el autor en el acto el 13 de septiembre de 2025. Video: https://vimeo.com/1119111936 |
https://chile-dickema.blogspot.com/2025/09/suecia-en-el-parque-ecomemoria-se.html
DESDE AMÉRICA LATINA llegó a Suecia cada vez más refugiados políticos,
sobre todo después de los golpes militares de 1973 en Chile y Uruguay y más
tarde, el 24 de marzo de 1976, en Argentina.
Pero la solidaridad con Chile realmente no comenzó después del 11 de septiembre de 1973, ni después de “El Tanquetazo”, el 29 de junio de 1973, cuando Leonardo Henrichsen, camarógrafo del reportero de la televisión sueca, Jan Sandqvist filmó su propia muerte en directo, mientras filmaba la intentona golpista al frente del palacio presidencial, La Moneda y el Ministerio de Defensa.
En realidad, la solidaridad comenzó después de la
victoria de Allende en las elecciones presidenciales, el 4 de septiembre de
1970. “Por la primera vez en América Latina, se decía, ha ganado la
presidencia un marxista”. Pero ganar el verdadero poder, resultaba ser una
tarea mucho más complicada.
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Las secuencias dramáticas cuando Leonardo Henrichsen filma su propia muerte. Sacudió la opinión pública sueca. |
Y TOMARÉ UN EJEMPLO que no haya recibido mayor atención, pero que ilustra
que incluso los poderosos intereses económicos y políticos suecos estuvieron objetivamente
involucrados en el golpe de estado del 11 de septiembre.
· Octubre de 1972: La
empresa Gränges Essem, una
de la más antiguas (de 1896) e importantes en el sector de minerales como
aluminios, hierro y con minas en varias partes del mundo. Esta empresa importó
el cobre chileno de las dos minas nacionalizadas, Kennecott y Anaconda, ambas
de Estados Unidos. Pero con la nacionalización se complicó el comercio, no por
Gränges sino para Chile. El pago de la empresa sueca al estado chileno de
700,000 coronas, alrededor de 70 mil dólares, fue depositado en un órgano
llamado “överexekutor”, del estado sueco y no al estado chileno. La Casa
Blanca presionó y amenazó al gobierno sueco por no pagar a las dos empresas
estadounidenses, que ya no operaban en Chile.
· En octubre de 1972,
cuatro embarcaciones con cobre chileno se dirigían a Suecia con un total
de 4375 toneladas de cobre, destinadas a las compañías Gränges Essem, Elektro
Cups y Liljeholmen.
· El 18 de octubre de 1972 interpeló el diputado comunista sueco, John
Takman y exigió que el gobierno sueco se pronunciara sobre el derecho
de los estados soberanos a las nacionalizaciones, con un énfasis especial en la
nacionalización de Chile de los activos de las compañías estadounidenses que
habían operado en Chile. Esta solicitud fue suspendida por el canciller sueco, Krister
Wickman, del gobierno socialdemócrata de Olof Palme.
· El 27 de octubre de 1972 Kennecott
en el Tribunal de Distrito de Västerås (110 kilómetros de la capital,
Estocolmo) solicitó que se incautara una carga de cobre de Chile a Gränges
Essem. El tribunal descartó el problema, y consideraba que se juzga solo
después de que los buques hayan llegado a un puerto sueco.
· El 8 de noviembre de 1972 llegó
el barco soviético Nikolaj Kirilenko, al puerto de Estocolmo con 415
toneladas de tazas de Chile, por un valor de 2 millones de SEK. Gränges
pagó el dinero por la carga al órgano del estado (överexekutor). Se descargaron
140 toneladas de cobre. Otro barco, Buenos Aires, llegó a Suecia con
cobre de la otra compañía estadounidense, Anaconda.
Grupo Gränges, suministrador a la industria nazi-alemana
En Wikipedia podemos leer acerca la
empresa con un pasado dudoso:
“Durante la Segunda Guerra Mundial,
Grängesbergsbolaget jugó un papel crucial en las exportaciones de Suecia de
hierro a Alemania
nazi. Entre
1939 y 1944, el mineral de hierro era un promedio de
aproximadamente el 33 por ciento de las exportaciones de Suecia a Alemania,
y alrededor del 80 por ciento de este mineral de hierro provino de
Grängesbergsbolaget. La industria alemana de guerra dependía fuertemente del mineral de
hierro sueco para su producción armamentista”.
Y seguimos:
“Los acuerdos comerciales que se
negociaron con la Alemania nazi y el Reino Unido, aseguraron la neutralidad de
Suecia (por supuesto, ¿cuál “neutralidad”). Durante el mismo tiempo, las
continuas exportaciones de mineral de hierro u otros bienes importantes, como
los rodamientos de bolas de la empresa SKF ”,
eran completamente indispensables para la industria de armas del fascismo
alemán.
La percepción de Salvador Allende de Chiles sobre,
entre otras cosas, el cobre fue, se ilustró en su discurso que celebró en
noviembre de 1970 en el Estadio Nacional de Santiago:
nuestra economía en manos de una docena de familias. Vamos a nacionalizar el sistema de crédito para ponerlo al servicio de las personas y el desarrollo nacional. Aboliremos los grandes bienes, que aún juzgaremos a miles de campesinos a la sumisión y la miseria, y llevaremos a cabo una verdadera reforma agraria de la tierra, el hierro, el carbón y las minas de salitre”.
Por lo tanto, a mediados de octubre de 1972, los
barcos chilenos se dirigían a Suecia con cobre. En Francia Kennecott
había solicitado un embargo al cobre chileno. Lo mismo pasó en Suecia.
Lo mismo sucedió en enero de 1973 en la antigua Alemania Federal
(Occidental).
¡El sabotaje económico se intensificó!
El Banco Mundial
Y en el centro de la guerra económica, se encontraba
uno de los órganos más confiables del imperialismo; El Banco Mundial. Cuando miramos hacia atrás, al “11 de septiembre”,
también debemos, para no repetirlo, mirar a los diversos actores y sacar las
conclusiones.
El jefe de Prensa/Información del Banco Mundial, que
para el colmo era sueco, Lars J. Lind, dijo en una entrevista al
diario Göteborgs Sjöfarts & Handelstidning el 18 de
septiembre de 1972 lo siguiente:
“América Latina ofrece un ejemplo de un país que ha
invertido en un desarrollo de acuerdo con el pensamiento del Banco Mundial,
Chile. Pero . . . el camino que el presidente Allende ha elegido
para alcanzar rápidamente su objetivo ha demostrado ser problemático. Cuando
Allende fue elegido para el poder, el Banco Mundial envió un emisario especial
a Chile para discutir qué podría hacer el banco para ayudar al país en el
camino. Sin embargo, la recepción fue fría y nunca se lograron algunos
resultados. Chile ahora está al borde del caos financiero y el Banco Mundial ha
cancelado todos los pagos allí por préstamos previamente otorgados”
CHILE FUE ANTERIORMENTE uno de los países de prestatario más grandes del
Banco Mundial en América Latina. Desde que el Gobierno de la Unidad Popular
asumió el poder en Chile en 1970, el Banco Mundial no otorgó un solo préstamo
al país.
Desde que Allende llegó al poder, el gobierno de
Allende presentó varios proyectos para obtener préstamos del Banco Mundial.
Pero el banco se negó a apoyar estos proyectos de desarrollo. El hecho de que
Chile no recibiera dinero del Banco Mundial, no era porque el país no quiera
préstamos. Al contrario, se debió al hecho de que el Banco Mundial fue y
depende del gobierno de los Estados Unidos y de las grandes empresas que
representan.
Cuando Salvador Allende ganó la presidencia en Chile,
Estados Unidos sostuvo ante el Banco Mundial, que todos los préstamos a Chile
deben detenerse, si Allende tenía la intención de nacionalizar a las empresas
estadounidenses. Más tarde, por funcionarios de alto rango dentro del Banco
Mundial, dieron sus testimonios que su bloqueo económico para Chile se debió
precisamente a la nacionalización del cobre.
La solidaridad sueca
Yo fui obrero metalúrgico entre los años 1967–1984 en
los astilleros de Eriksberg en Gotemburgo y Uddevallavarvet. Cuando el golpe
militar fue un hecho en Chile, estábamos en medio de una campaña electoral en
Suecia. Ésta culminó tres días después del golpe fascista en Chile. En el
astillero de Uddevallavarvet, donde trabajé en ese momento, la confrontación
política entre los socialdemócratas y nosotros los comunistas, era dura. Pero
ambos partidos avanzaron en las elecciones y la socialdemocracia formó, bajo el
liderazgo de Olof Palme, un nuevo gobierno.
Y a pesar de la dura lucha por los votos de los 2500
compañeros del astillero, nos unimos ante el tema chileno. ¿Por qué? Porque los
trabajadores pertenecemos a la misma clase social. Por eso no hubo ninguna
contradicción y expresamos nuestra solidaridad con nuestros hermanos de clase
en Chile, que en esos mismos tiempos fueron torturados, “desaparecidos” o
simplemente fueron ejecutados por la junta fascista que había tomado el poder
bajo la sombra de los Estados Unidos. Nuestro compatriota Harald
Edelstam apareció como un héroe, y estábamos orgullosos del hombre que
luego llegó a ser descrito como el embajador en la película “El Clavel Negro”.
EN LA PRIMERA REUNIÓN que nuestro sindicato celebró en el astillero después
de las elecciones del 16 de septiembre de 1973, se decidió por unanimidad a
donar “Un salario por hora de cada trabajador”, que sería
deducido a través de la compañía y donado para la CUT chilena. Dimos nuestro
aporte para una reconstrucción de la central obrera chilena en el exilio. CUT
fue uno de los primeros objetivos para la dictadura de aplastar. Era una
hermosa muestra de que el internacionalismo proletario estaba muy vivo, al otro
lado del planeta.
Comencé a trabajar a final del 1973 en el astillero de
Finnboda Varf, ubicado en el puerto de Estocolmo. El 11 de septiembre de 1974,
que coincidía con una reunión del sindicato con 700 afiliados, hicimos “Un
minuto de silencio por nuestros compañeros chilenos caídos el 11 de septiembre
de 1973”, cuando nos reunimos esa tarde.
EN EL MUNICIPIO DE JÄRFÄLLA, con 20 kilómetros del centro de la capital sueca y donde vivía,
un grupo del comité de solidaridad por Vietnam existió en 1973. Éste fue
sucedido por un Comité de Chile, después del golpe militar y la victoria
el 30 de abril de 1975 de Vietnam. Recolectamos toneladas de ropa que fue
distribuida en algunas poblaciones a la gente necesitada en Chile. Vendimos el
`Boletín de Chile´ (Chilebulletinen) al igual como habíamos vendido el
Boletín de Vietnam (Vietnambulletinen) antes y recaudamos dinero para la lucha
antifascista en Chile.
Y creo que, de alguna manera, junto con los cientos de
refugiados políticos de Chile que llegaron al municipio, sentamos las bases que
permitió este hermoso parque de EcoMemoria, donde se pudo crear la memoria de
diez de las víctimas de la dictadura.
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El Parque de EcoMemoria en Jarfalla/Estocolmo. |
Los tres alemanes pretenden crear “Pinochet V2”
Ahora que la extrema derecha está ventilando el “aire
de la mañana” con tres representantes fascistas de la extrema derecha chilena,
además con descendencia alemana, “Los Tres Germanes”, es fundamental que el
pueblo chileno haga lo que los obreros del astillero hicimos en esa reunión
sindical en octubre de 1973, unirse y unidos detener el heredero de Pinochet,
en 2025.
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¡Que no se repita la historia con uno de "los Tres Alemanes"! FOTO: DICK EMANUELSSON (9 de septiembre de 1983). |
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Una candidata popular que sabe en carne y hueso que es crecer en condiciones de pobreza y que sabe que hay trabajar duro en la vida. |
Por lo tanto, vemos una luz en la candidata
presidencial Jeanette Jara para evitar que las fuerzas del fascismo
regresen y que pueda surgir un Nuevo Chile, un Chile que solo se puede crear a
través de la movilización popular, como logró hacer Salvador Allende con el
pueblo en la campaña electoral de 1970.
(Fragmentos del discurso en el acto del 13 de septiembre de 2025 en el Parque
EcoMemoria de Järfälla).
Fuente: Chilebulletinen Nr. 34, 1972.
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Salvador
Allende
¡Basta de desigualdad social!
Discurso
en el Estadio Nacional de Santiago al asumir como Presidente de la República
Pronunciado:
El 5 de noviembre de 1970.
Versión
digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta
edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.
Dijo
el pueblo: “Venceremos”, y vencimos.
https://www.marxists.org/espanol/allende/1970/noviembre05bis.htm
“Aquí
estamos hoy, compañeros, para conmemorar el comienzo de nuestro triunfo.
Pero
alguien más vence hoy con nosotros. Están aquí Lautaro y Caupolicán, hermanados
en la distancia de Cuauhtémoc y Túpac Amaru.
Hoy,
aquí con nosotros, vence O’Higgins, que nos dio la independencia política,
celebrando el paso hacia la independencia económica.
Hoy,
aquí con nosotros, vence Manuel Rodríguez, víctima de los que anteponen sus
egoísmos de clase al progreso de la comunidad.
Hoy,
aquí con nosotros, vence Balmaceda, combatiente en la tarea patriótica de
recuperar nuestras riquezas del capital extranjero.
Hoy,
aquí con nosotros, también vence Recabarren con los trabajadores organizados
tras años de sacrificios.
Hoy,
aquí con nosotros, por fin, vencen las víctimas de la población José María
Caro; aquí con nosotros, vencen los muertos de El Salvador y Puerto Montt, cuya
tragedia atestigua por qué y para qué hemos llegado al poder.
De
los trabajadores es la victoria.
Del
pueblo sufrido, que soportó por siglo y medio, bajo el nombre de Independencia,
la explotación de una clase dominante incapaz de asegurar el progreso, y de
hecho, desentendida de él.
La
verdad, lo sabemos todos, es que el atraso, la ignorancia, el hambre de nuestro
pueblo y de todos los pueblos del Tercer Mundo, existen y persisten porque
resultan lucrativos para unos poco privilegiados.
Pero
ha llegado por fin el día de decir basta. ¡Basta a la explotación económica!
¡Basta a la desigualdad social! ¡Basta a la opresión política!
Hoy
con la inspiración de los héroes de nuestra Patria, nos reunimos aquí para
conmemorar nuestra victoria, la victoria de Chile; y también para señalar el
comienzo de la liberación. El pueblo, al fin hecho Gobierno, asume la dirección
de los destinos nacionales.
Pero
¿cuál es el Chile que heredamos? Excúsenme, compañeros, que en esta tarde de
fiesta y ante las delegaciones de tantos países que nos honran con su
presencia, me refiera a temas tan dolorosos. Es nuestra obligación y nuestro
derecho denunciar sufrimientos seculares, como dijo el Presidente peruano
Velasco Alvarado: “Una de las grandes tareas de la revolución es romper el
cerco del engaño que a todos nos ha hecho vivir de espaldas a la realidad”.
Ya
es tiempo de decir que nosotros los pueblos subdesarrollados fracasamos en la
historia.
Fuimos
colonias en la civilización agrario-mercantil. Somos apenas naciones
neocoloniales en la civilización urbano-industrial. Y en la nueva civilización
que emerge, amenaza continuar nuestra dependencia.
Hemos
sido los pueblos explotados. Aquellos que no existen para sí, sino para
contribuir a la prosperidad ajena.
¿Y
cuál es la causa de nuestro atraso? ¿Quién es responsable del subdesarrollo en
que estamos sumergidos?
Tras
muchas deformaciones y engaños, el pueblo ha comprendido. Sabemos bien, por
experiencia propia, que las causas reales de nuestro atraso están en el
sistema.
En
este sistema capitalista dependiente, que, en el plano interno, opone las
mayorías necesitadas a minorías ricas; y en el plano internacional, opone los
pueblos poderosos a los pobres; y los más costean la prosperidad de los menos.
Heredamos
una sociedad lacerada por las desigualdades sociales.
Una
sociedad dividida en clases antagónicas de explotadores y explotados.
Una
sociedad en que la violencia está incorporada a las instituciones mismas, y que
condena a los hombres a la codicia insaciable, a las más inhumanas formas de
crueldad e independencia frente al sufrimiento ajeno.
Nuestra
herencia es una sociedad sacrificada por el desempleo, flagelo que lanza a la
cesantía forzosa y a la marginalidad a masas crecientes de la ciudadanía; masas
que no son un fenómeno de superpoblación, como dicen algunos, sino las
multitudes que testimonian, con su trágico destino, la incapacidad del régimen
para asegurar a todos el derecho elemental al trabajo.
Nuestra
herencia es una economía herida por la inflación, que mes tras mes va
recortando el mísero salario de los trabajadores y reduciendo a casi nada
-cuando llegan a los últimos años de su vida- el ingreso de una existencia de
privaciones. Por esta herida sangra el pueblo trabajador de Chile; costará
cicatrizarla, pero estamos seguros de conseguirlo, porque la política económica
del Gobierno será dictada desde ahora por los intereses populares.
Nuestra
herencia es una sociedad dependiente, cuyas fuentes fundamentales de riquezas
fueron enajenadas por los aliados internos de grandes empresas internacionales.
Dependencia económica, tecnológica, cultural y política.
Nuestra
herencia es una sociedad frustrada en sus aspiraciones más hondas de desarrollo
autónomo. Una sociedad dividida, en que se niega a la mayoría de las familias
los derechos fundamentales al trabajo, a la educación, a la salud, a la
recreación, y hasta la misma esperanza de un futuro mejor.
Contra
todas estas formas de existencia se ha alzado el pueblo chileno. Nuestra
victoria fue dada por la convicción, al fin alcanzada, de que sólo un Gobierno
auténticamente revolucionario podría enfrentar el poderío de las clases dominantes,
al mismo tiempo movilizar a todos los chilenos para edificar la República del
pueblo trabajador.
Ésta
es la gran tarea que la historia nos entrega. Para acometerla, les convoco hoy,
trabajadores de Chile. Sólo unidos hombro a hombro, todos los que amamos a esta
Patria, los que creemos en ella, podremos romper el subdesarrollo y edificar la
nueva sociedad.
Vivimos
un momento histórico: la gran transformación de las instituciones políticas de
Chile. El instante en que suben al poder, por la voluntad mayoritaria, los
partidos y movimientos portavoces de los sectores sociales más postergados.
Si
nos detenemos a meditar un momento y miramos hacia atrás en nuestra historia,
los chilenos estamos orgullosos de haber logrado imponernos por vía política,
triunfando sobre la violencia.
Ésta
es una noble tradición. Es una conquista imperecedera. En efecto, a lo largo de
nuestro permanente combate por la liberación, de la lenta y dura lucha por la
igualdad y por la justicia, hemos preferido siempre resolver los conflictos
sociales con los recursos de la persuasión, con la acción política.
Rechazamos,
nosotros los chilenos, en lo más profundo de nuestras conciencias, las luchas
fratricidas. Pero sin renunciar jamás a reivindicar los derechos del pueblo.
Nuestro
escudo lo dice: “Por la razón o la fuerza”. Pero dice primero por la razón.
Esta
paz cívica, esta continuidad del proceso político, no es la consecuencia
fortuita de un azar.
Es
el resultado de nuestra estructura socioeconómica, de una relación peculiar de
las fuerzas sociales que nuestro país ha ido construyendo de acuerdo con la
realidad de nuestro desarrollo.
Ya
en nuestros primeros pasos como país soberano, la decisión de los hombres de
Chile y la habilidad de sus dirigentes nos permitieron evitar las guerras
civiles.
Ya
en 1845, Francisco Antonio Pinto escribía al general San Martín: “Me parece que
nosotros vamos a solucionar el problema de saber cómo ser republicanos y
continuar hablando la lengua española”. Desde entonces, la estabilidad
institucional de la República fue una de las más consistentes de Europa y
América.
Esta
tradición republicana y democrática llega así a formar parte de nuestra
personalidad, impregnando la conciencia colectiva de los chilenos.
El
respeto a los demás, la tolerancia hacia el otro, es uno de los bienes
culturales más significativos con que contamos.
Y,
cuando dentro de esta continuidad institucional y de las normas políticas
fundamentales, surgen los antagonismos y contradicciones entre las clases, esto
ocurre en forma esencialmente política. Nunca nuestro pueblo ha roto esta línea
histórica.
Las
pocas quiebras institucionales fueron siempre determinadas por las clases
dominantes.
Fueron
siempre los poderosos quienes desencadenaron la violencia, los que vertieron la
sangre de chilenos, interrumpiendo la normal evolución del país. Así como
cuando Balmaceda, consciente de sus deberes y defensor de los intereses
nacionales, actuó con la dignidad y el patriotismo que la posteridad ha
reconocido.
Las
persecuciones contra los sindicatos, los estudiantes, los intelectuales y los
partidos obreros, son la respuesta violenta de quienes defienden privilegios.
Sin embargo, el combate ininterrumpido de las clases populares organizadas, ha
logrado imponer progresivamente el reconocimiento de las libertades civiles y
sociales, públicas e individuales.
Esta
evolución particular de las instituciones en nuestro contexto estructural es lo
que ha hecho posible la emergencia de este momento histórico en que el pueblo
asume la dirección política de país.
Las
masas, en su lucha para superar el sistema capitalista que las explota, llegan
a la presidencia de la República integradas, fundidas en la Unidad Popular, y
en lo que constituye la manifestación más relevante de nuestra historia: la
vigencia y el respeto de los valores democráticos, el reconocimiento de la
voluntad mayoritaria.
Sin
renunciar a sus metas revolucionarias, las fuerzas populares han sabido ajustar
su actuación a la realidad concreta de las estructuras chilenas, contemplando
los reveses y los éxitos, no como derrotas o victorias definitivas, sino como
hitos en el duro y largo camino hacia la emancipación.
Sin
precedentes en el mundo, Chile acaba de dar una prueba extraordinaria de
desarrollo político, haciendo posible que un movimiento anticapitalista asuma
el poder por el libre ejercicio de los derechos ciudadanos. Lo asume para
orientar al país hacia una nueva sociedad, más humana, en que las metas últimas
son la racionalización de la actividad económica, la progresiva socialización
de los medios productivos y la superación de la división de clases.
Desde
el punto de vista teórico-doctrinal, como socialistas que somos, tenemos muy
presente cuáles son las fuerzas y los agentes del cambio histórico. Y,
personalmente, sé muy bien, para decirlo en los términos textuales de Engels,
que: “Puede concebirse la evolución pacífica de la vieja sociedad hacia la
nueva, en los países donde la representación popular concentra en ella todo el
poder, donde de acuerdo con la Constitución, se puede hacer lo que se desee,
desde el momento en que se tiene tras de sí a la mayoría de la nación”.
Y
éste es nuestro Chile. Aquí se cumple, por fin, la anticipación de Engels. Sin
embargo, es importante recordar que en los sesenta días que han seguido a los
comicios del 4 de septiembre, el vigor democrático de nuestro país ha sido
sometido a la más dura prueba por la que jamás haya atravesado.
Tras
una dramática sucesión de acontecimientos, ha prevalecido de nuevo nuestra
característica dominante: la confrontación de las diferencias por la vía
política.
El
Partido Demócrata Cristiano ha sido consciente del momento histórico y de sus
obligaciones para con el país, lo que merece ser destacado.
Chile
inicia su marcha hacia el socialismo sin haber sufrido la trágica experiencia
de una guerra fratricida. Y este hecho, con toda su grandeza, condiciona la vía
que seguirá este Gobierno en su obra transformadora.
La
voluntad popular nos legitima en nuestra tarea. Mi Gobierno responderá a esta
confianza haciendo real y concreta la tradición democrática de nuestro pueblo.
Pero
en estas sesenta días decisivos que acabamos de vivir, Chile y el mundo entero
han sido testigos, en forma inequívoca, de los intentos confesados para
conculcar fraudulentamente el espíritu de nuestra Constitución; para burlar la
voluntad del pueblo; para atentar contra la economía del país, y, sobre todo,
en actos cobardes de desesperación, para provocar un choque sangriento,
violento, entre nuestros conciudadanos.
Estoy
personalmente convencido de que el sacrificio heroico de un soldado, el
comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, ha sido el
acontecimiento imprevisible que ha salvado a nuestra Patria de una guerra
civil.
Permítaseme,
en esta solemne ocasión, rendir en su persona el reconocimiento de nuestro
pueblo a las Fuerzas Armadas y al Cuerpo de Carabineros, fieles a las normas
constitucionales y al mandato de la ley.
Este
episodio increíble, que la historia registrará como una guerra civil larvada,
que duró apenas un día, demostró una vez más la demencia criminal de los
desesperados. Ellos son los representantes, los mercenarios de las minorías
que, desde la colonia, tienen la agobiante responsabilidad de haber explotado
en su provecho egoísta a nuestro pueblo; de haber entregado nuestras riquezas
al extranjero. Son estas minorías las que, en su desmedido afán de perpetuar
sus privilegios, no vacilaron en 1891 y no han titubeado en 1970 en colocar a
la nación ante una trágica disyuntiva.
¡Fracasaron
en sus designios antipatrióticos! ¡Fracasaron frente a la solidez de las
instituciones democráticas, ante la firmeza de la voluntad popular, resuelta a
enfrentarlos y a desarmarlos, para asegurar la tranquilidad, la confianza y la
paz de la nación, desde ahora bajo la responsabilidad del poder popular!
¿Pero
qué es el poder popular? Poder popular significa que acabaremos con los pilares
donde se afianzan las minorías que, desde siempre, condenaron a nuestro país al
subdesarrollo.
Acabaremos
con los monopolios, que entregan a unas pocas docenas de familias el control de
la economía.
Acabaremos
con un sistema fiscal puesto al servicio del lucro, y que siempre ha gravado
más a los pobres que a los ricos; que ha concentrado el ahorro nacional en
manos de los banqueros y su apetito de enriquecimiento.
Vamos
a nacionalizar el crédito para ponerlo al servicio de la prosperidad nacional y
popular.
Acabaremos
con los latifundios, que siguen condenando a miles de campesinos a la sumisión,
a la miseria, impidiendo que el país obtenga de sus tierras todos los alimentos
que necesitamos.
Una
auténtica Reforma Agraria hará esto posible.
Terminaremos
con el proceso de desnacionalización, cada vez mayor, de nuestras industrias y
fuentes de trabajo, que nos somete a la explotación foránea.
Recuperaremos
para Chile sus riquezas fundamentales. Vamos a devolver a nuestro pueblo las
grandes minas de cobre, de carbón, de hierro, de salitre. Conseguirlo está en
nuestras manos, en las manos de quienes ganan su vida con su trabajo y que
están hoy en el centro del poder.
El
resto del mundo podrá ser espectador de los cambios que se produzcan en nuestro
país, pero los chilenos no podemos conformarnos con eso solamente, porque
nosotros debemos ser protagonistas de la transformación de la sociedad.
Es
importante que cada uno de nosotros se compenetre de la responsabilidad común.
Es
tarea esencial del Gobierno Popular, o sea de cada uno de nosotros, repito,
crear un Estado justo, capaz de dar el máximo de oportunidades a todos los que
convivimos en nuestro territorio.
Yo
sé que esta palabra Estado infunde cierta aprensión. Se ha abusado mucho de
ella, y en muchos casos se la usa para desprestigiar un sistema social justo.
No
le tengan miedo a la palabra Estado, parque dentro del Estado, en el Gobierno
Popular, están ustedes, estamos todos. Juntos debemos perfeccionarlo, para
hacerlo eficiente, moderno, revolucionario. Pero entiéndase bien que he dicho
justo, y esto es precisamente lo que quiero recalcar.
Se
ha hablado mucho de la participación popular. Esta es la hora de que ella se
haga efectiva.
Cada
habitante de Chile, de cualquier edad, tiene una tarea que cumplir.
En
ella se confundirá el interés personal con la generosa conducta del quehacer
colectivo. No hay dinero suficiente en ningún Estado del mundo para atender
todas las aspiraciones de sus componentes, si éstos no adquieren primero
conciencia de que junto a los derechos están los deberes y que el éxito tiene
más valor cuando ha surgido del propio esfuerzo.
Como
culminación del desarrollo de la conciencia del pueblo, surgirá espontáneamente
el trabajo voluntario, el que ya ha sido propuesto por la juventud.
Con
razón escriben en las murallas de París: “La revolución se hace primero en las
personas y después en las cosas”.
Justamente,
en esta ocasión solemne, quiero hablar a los jóvenes: No seré yo, como rebelde
estudiante del pasado, quien critique su impaciencia, pero tengo la obligación
de llamarlos a serena reflexión.
Tienen
ustedes la hermosa edad en que el vigor físico y mental hace posible
prácticamente cualquier empresa.
Tienen
por eso el deber de dar impulso a nuestro avance. Conviertan el anhelo en más
trabajo.
Conviertan
la esperanza en más esfuerzo.
Conviertan
el impulso en realidad concreta.
Miles
y miles de jóvenes reclamaron un lugar en la lucha social. Ya lo tienen. Ha
llegado el momento de que todos los jóvenes se incorporen.
A
los que aún están marginados de este proceso les digo: vengan, hay un lugar
para cada uno en la construcción de la nueva sociedad.
El
escapismo, la decadencia, la futilidad, la droga, son el último recurso de
muchachos que viven en países notoriamente opulentos, pero sin ninguna
fortaleza moral. No es ése nuestro caso.
Sigan
los mejores ejemplos. Los de aquellos que lo dejan todo por construir un futuro
mejor.
¿Cuál
será nuestra vía, nuestro camino chileno de acción para triunfar sobre el
subdesarrollo?
Nuestro
camino será aquel construido a lo largo de nuestra experiencia, el consagrado
por el pueblo en las elecciones, el señalado en el programa de la Unidad
Popular: el camino al socialismo en democracia, pluralismo y libertad.
Chile
reúne las condiciones fundamentales que, utilizadas con prudencia y
flexibilidad, permitirán edificar la sociedad nueva, basada en la nueva
economía. La Unidad Popular hace suyo este lema no como una consigna, sino como
su vía natural.
Chile,
en su singularidad, cuenta con las instituciones sociales y políticas
necesarias para materializar la transición del atraso y de la dependencia, al
desarrollo y a la autonomía, por la vía socialista. La Unidad Popular es
constitutivamente el exponente de esta realidad. Que nadie se llame a engaño.
Los teóricos del marxismo nunca han pretendido, ni la historia demuestra, que
un partido único sea una necesidad en el proceso de transición hacia el
socialismo.
Son
circunstancias sociales, son vicisitudes políticas internas e internacionales
las que pueden conducir a esta situación.
La
guerra civil, cuando es impuesta al pueblo como única vía hacia la
emancipación, condena a la rigidez política.
La
intervención foránea, en su afán de mantener a cualquier precio su dominación,
hace autoritario el ejercicio del poder.
La
miseria y el atraso generalizado dificultan el dinamismo de las instituciones
políticas y el fortalecimiento de las organizaciones populares.
En
la medida que en Chile no se dan, o no se den estos factores, nuestro país a
partir de sus tradiciones, dispondrá y creara los mecanismos que, dentro del
pluralismo apoyado en las grandes mayorías, hagan posible la transformación
radical de nuestro sistema político. Éste es el gran legado de nuestra
historia. Y es también la promesa más generosa para nuestro futuro.
De
nosotros depende que sea un día realidad.
Este
hecho decisivo desafía a todos los chilenos, cualesquiera sean sus
orientaciones ideológicas, a contribuir con su esfuerzo al desarrollo autónomo
de nuestra Patria.
Como
Presidente de la República, puedo afirmar, ante el recuerdo de quienes nos han
precedido en la lucha y frente al futuro que nos ha de juzgar, que cada uno de
mis actos será un esfuerzo para alcanzar la satisfacción de las aspiraciones
populares dentro de nuestras tradiciones.
El
triunfo popular marcó la madurez de la conciencia de un sector de nuestra
ciudadanía.
Necesitamos
que esa conciencia se desarrolle aún más. Ella debe florecer en miles y miles
de chilenos que si bien no estuvieron junto a nosotros son una parte del
proceso, están ahora resueltos a incorporarse a la gran tarea de edificar una
nueva nación con una nueva moral.
Esta
nueva moral, junto con el patrimonio y el sentido revolucionario, presidirán
los actos de los hombres de Gobierno.
En
el inicio de la jornada debo advertir que nuestra administración estará marcada
par la absoluta responsabilidad, a tal punto, que lejos de sentirnos los
prisioneros de organismos controladores, les pediremos que operen como la
conciencia constante para corregir los errores y para denunciar a los que
abusen dentro o tuera del Gobierno. A cada uno de mis compatriotas que tiene
sobre sus hombros una parte de la tarea para realizar, le digo que hago mía la
frase de Fidel Castro: “En este Gobierno se podrán meter los pies, pero jamás
las manos”.
Seré
inflexible en custodiar la moralidad del régimen.
Nuestro
programa de Gobierno, refrendado por el pueblo, es muy explícito en que nuestra
democracia será tanto más real cuanto más popular, tanto más fortalecedora de
las libertades humanas, cuanto más dirigida por el pueblo mismo.
El
pueblo llega al control del Poder Ejecutivo en un régimen presidencial para la
construcción del socialismo en forma progresiva, a través de la lucha
consciente y organizada en partidos y sindicatos libres.
Nuestra
vía, nuestro camino, es el de la libertad.
Libertad
para la expansión de las fuerzas productivas, rompiendo las cadenas que hasta
ahora han sofocado nuestro desarrollo.
Libertad
para que cada ciudadano, de acuerdo con su conciencia y sus creencias, aporte
su colaboración a la tarea colectiva.
Libertad
para que los chilenos que viven de su esfuerzo obtengan el control y la
propiedad social de sus centros de trabajo.
Simón
Bolívar intuyó para nuestro país: “Si alguna república permanece largo tiempo
en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido
allí el espíritu de la libertad”.
Nuestra
vía chilena será también la de la igualdad.
Igualdad
para superar progresivamente la división entre chilenos que explotan y chilenos
que son explotados.
Igualdad
para que cada uno participe de la riqueza común de acuerdo con su trabajo y de
modo suficiente para sus necesidades.
Igualdad
para reducir las enormes diferencias de remuneración por las mismas actividades
laborales.
La
igualdad es imprescindible para reconocer a cada hombre la dignidad y el
respeto que debe exigir.
Dentro
de estas directrices, fieles a estos principios, avanzaremos hacia la
construcción de un nuevo sistema.
La
nueva economía que edificaremos tiene como objetivo rescatar los recursos de
Chile para el pueblo chileno. Así como los monopolios serán expropiados porque
lo exige el interés superior del país, por la misma razón aseguramos totales
garantías para las empresas medianas y pequeñas que contaran con la íntegra
colaboración del Estado para el buen desarrollo de sus actividades.
El
Gobierno Popular tiene ya elaborados los proyectos de ley que permitirán el
cumplimiento del programa.
Los
trabajadores, obreros, empleados, técnicos, profesionales e intelectuales
tendrán la dirección económica del país y también la dirección política.
Por
primera vez en nuestra historia, cuatro obreros forman parte del Gobierno como
ministros de Estado.
Sólo
avanzando por esta vía de transformaciones esenciales, en el sistema económico
y en el sistema político, nos acercamos cada día más al ideal que orienta
nuestra acción.
Crear
una nueva sociedad en que los hombres puedan satisfacer sus necesidades
materiales y espirituales, sin que ello signifique la explotación de otros
hombres.
Crear
una nueva sociedad que asegure a cada familia, a cada hombre o mujer, a cada
joven y a cada niño: derechos, seguridades, libertades y esperanzas. Que a
todos infunda un hondo sentimiento de que están siendo llamados a construir la
nueva Patria, que será también la construcción de vidas más bellas, más
prósperas, más dignas y más libres para ellos mismos.
Crear
una nueva sociedad capaz de progreso continuado en lo material, en lo técnico y
en lo científico. Y también capaz de asegurar a sus intelectuales y sus
artistas las condiciones para expresar en sus obras un verdadero renacer
cultural.
Crear
una nueva sociedad capaz de convivir con todos los pueblos: de convivir con las
naciones avanzadas, cuya experiencia puede ser de gran utilidad en nuestro
esfuerzo de autosuperación.
Crear,
en fin, una nueva sociedad capaz de convivir con las naciones dependientes de
todas las latitudes, hacia las cuales queremos volcar nuestra solidaridad
fraternal.
Nuestra
política internacional está hoy basada, como lo estuvo ayer, en el respeto a
los compromisos internacionales libremente asumidos, en la autodeterminación y
en la no intervención.
Colaboraremos
resueltamente al fortalecimiento de la paz, a la coexistencia de los Estados.
Cada
pueblo tiene el derecho a desarrollarse libremente, marchando por el camino que
ha elegido.
Pero
bien sabemos que, por desventura, como claramente denunció Indira Gandhi en las
Naciones Unidas: “El derecho de los pueblos a elegir su propia forma de
gobierno se acepta sólo sobre el papel. En lo real -afirma Indira Gandhi-
existe una considerable intromisión en los asuntos internas de muchos países.
Los poderosos hacen sentir su influencia de mil maneras”.
Chile,
que respeta la autodeterminación y practica la no intervención, puede
legítimamente exigir de cualquier Gobierno que actúe hacia él en la misma
forma.
El
pueblo de Chile reconoce en sí mismo al único dueño de su propio destino. Y el
Gobierno de la Unidad Popular, sin la menor debilidad, velará para asegurar
este derecho.
Quiero
saludar especialmente a todas las delegaciones oficiales que nos honran con su
presencia.
Quiero,
igualmente, saludar a las delegaciones de países con los que aún no tenemos
relaciones diplomáticas. Chile les hará justicia al reconocer sus gobiernos.
Señores
representantes de gobiernos, pueblos e instituciones: este acto de masas es un
fraterno y emocionado homenaje a ustedes.
Soy
un hombre de América Latina, que me confundo con los demás habitantes del
continente, en los problemas, en los anhelos y en las inquietudes comunes. Por
eso en esta hora, entrego mi saludo de gobernante a los hermanos
latinoamericanos esperanzado en que algún día el mandato de nuestros próceres se
cumpla y tengamos una sola y gran voz continental.
Aquí
están también, reunidos con nosotros, representantes de organizaciones obreras,
venidos de todas partes del mundo; intelectuales y artistas de proyección
universal, que han querido solidarizar con el pueblo de Chile y celebrar con él
una victoria que, siendo nuestra, es sentida coma propia por todos los hombres
que luchan por la libertad y la dignidad.
A
todos los que se encuentran aquí, embajadores, artistas, trabajadores,
intelectuales, soldados, Chile les extiende la mano de su amistad.
Permítanme,
huéspedes ilustres, decirles, que ustedes son testigos de la madurez política
que Chile está demostrando.
A
ustedes, que han contemplado por sus propios ojos la miseria en que viven
muchos de nuestros compatriotas.
A
ustedes, que han visitado nuestras poblaciones marginales -las callampas- y han
podido observar cómo se puede degradar la vida a un nivel infrahumano en una
tierra fecunda y llena de riquezas potenciales, habrán recordado la reflexión
de Lincoln: “Este país no puede ser mitad esclavo y mitad libre”.
A
ustedes, que han escuchado cómo la Unidad Popular llevará a cabo el programa
respaldado por nuestro pueblo. A ustedes formulo una petición: lleven a sus
Patrias esa imagen del Chile que es, y esta segura esperanza del Chile que
será. Digan que aquí la historia experimenta un nuevo giro. Que aquí un pueblo
entero alcanzó a tomar en sus manos la dirección de su destino para caminar por
la vía democrática hacia el socialismo.
Este
Chile que empieza a renovarse, este Chile en primavera y en fiesta, siente como
una de sus aspiraciones más hondas el deseo de que cada hombre del mundo sienta
en nosotros a su hermano".