jueves, 5 de diciembre de 2019

”En nödvändig avskedsansökan från president Piñera och hans regering”

”En nödvändig avskedsansökan från president Piñera och hans regering”


är rubriken på chefredaktören för Punto Final, Manuel Cabieses krönika.

Den sammanfattar det historiska behovet och nödvändigheten av att en av den chilenska högerns och nyliberalismens förgrundsgestalter stiger åt sidan och skapar utrymme för en demokratisering av landet och det chilenska samhället.

Han ser också den nuvarande politiska situationen som en historisk möjlighet att rekonstruera den chilenska vänstern som sedan militärkuppen, men även efter valen av de olika samlingsregeringarna (la Concertación) har förhindrat den konsekventa vänsterns formering. I dag kan vänstern bli än bredare och än slagkraftigare med den enorma sprängkraft som en rad nya aktörer på den politiska scenen har visat och uttryckt efter det fötts i kölvattnet på den enorma massmobilisering som ägt rum de senaste två månaderna.

Dick E. / Tegucigalpa.
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President Piñera and his team:
A DISCLAIMER REQUIRED

The depth of the crisis of institutional legitimacy that shakes Chile makes it impossible for a consensual exit of the people in rebellion with the political and oligarchic caste.

President Piñera and his team do not admit - because they do not understand it - that this crisis is essentially political. In a matter of days, the monument to neoliberalism that the Chicago Boys built collapsed like a house of cards. The people in rebellion are challenging the model of economic, social, political and cultural domination that state terrorism established in Chile.

We are not facing a “social explosion”, as it is characterized in the media. There is no “burst” that lasts more than 50 days. It is something deeper and permanent. It continues to defy a repression of heinous levels and rejecting the political maneuvers that try to tame it. Its nature has characteristics of peaceful insurrection, unarmed and without recognized leadership, but that - like any popular insurrection - seeks to establish a new social and cultural order, more democratic and participatory. Escape to historical stereotypes and this makes ideological sectors anchored in dogmatism unable to recognize the nature of what is happening. It is the great opportunity to rebuild the Chilean Left of this century, participating - without claims of hegemony - in the torrent of social and cultural change that has been launched.

The government of President Piñera faces the situation as would the businessman Piñera. In that sense he is loyal to himself. The guiding criterion is mercantilism. The cult of money that everything can and that is why it tries to buy from the people. It puts on the table 5.5 billion dollars to face unemployment and adds a few gifts that will not repair pensions and miserable wages. None of the government measures touches 1% hair that concentrates 22.6% of income and wealth in the country (1). And much less of the mining companies whose exorbitant profits constitute an insult to the sovereignty and dignity of Chile. The Minister of Finance corroborates with emphasis that there is no intention to increase the taxes to those who earn the most and not even to apply rigorous measures to prevent tax evasions and tricks that rob the country of billions of dollars.

President Piñera and his team cannot act otherwise. They are the quintessence of neoliberalism. Meanwhile the social boiler boils, the economy sinks, the Central Bank injects 20 billion dollars to curb the rise of the dollar, capital flight already exceeds 14 billion dollars, and the approval to President Piñera ranges between 4, 6% and 10% in surveys.

Impressive are the figures of repression. More than 25 dead, 600 wounded (including 240 who have lost one or both eyes), 50 thousand detainees, hundreds of men and women tortured and subjected to sexual harassment. A dark record for a president who claimed to represent the liberal wing of the right.

Reality indicates that the country needs a transition period until the Constituent Assembly completes its work and submits the new Constitution to a plebiscite.

The transition must necessarily begin with the resignation of President Piñera and the withdrawal of the scenario of his political team. It would be intolerable for the democratic recovery and pacification of the country that the president continue another two years in La Moneda. A change of the ruling cast is needed so that the people begin to trust that their demands will be met.

The insurrection encompasses a vast social and cultural field, is pluriclasista and in its bosom converge different ideological currents. It shows an enormous capacity for organization that millions of anonymous protagonists knit in the social base. They highlight the participation of women, young people, workers and older people, whose different forms of struggle push together towards social and cultural change in the country.

The oligarchic elite and the political caste at their service still have resources to prolong their hegemony. They are dressing a cake of repressive laws and an old version of the Constituent Assembly so that it fails and nothing changes. They pretend to manufacture the new Constitution through a framework of regulations and provisions that limit the autonomy of the constituents. The political caste aims to block the passage to a democracy with social justice and popular participation.

At all costs, such maneuvers must be prevented. If they succeeded, they would frustrate the greatest collective effort of our people in their history.

MANUEL CABIESES DONOSO
December 5, 2019.

(1) Cepal, “Social Panorama for Latin America 2019”.

https://www.puntofinalblog.cl/blog/ president-pi%C3%B1era-y-su-equipo-una-renuncia-necesaria
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VERSION ESPAÑOLA:

Presidente Piñera y su equipo:
UNA RENUNCIA NECESARIA

La profundidad de la crisis de legitimidad institucional que sacude Chile hace inviable una salida consensuada del pueblo en rebeldía con la casta política y oligárquica.

El presidente Piñera y su equipo no admiten -porque no lo entienden- que esta crisis es esencialmente política. En cuestión de días se derrumbó como un castillo de naipes el monumento al neoliberalismo que construyeron los Chicago Boys. El pueblo en rebeldía está impugnando el modelo de dominación económica, social, política y cultural que el terrorismo de estado instauró en Chile.

No estamos frente a un “estallido social”, como se le caracteriza en los medios. No hay “estallido” que se prolongue más de 50 días. Es algo más profundo y permanente. Continúa desafiando una represión de niveles atroces y rechazando las maniobras politiqueras que intentan domarlo. Su naturaleza tiene características de insurrección pacífica, desarmada y sin liderazgo reconocido, pero que -como toda insurrección popular- busca instaurar un nuevo orden social y cultural, más democrático y participativo. Escapa a los estereotipos históricos y esto hace que sectores ideológicos anclados en el dogmatismo sean incapaces de reconocer la naturaleza de lo que está ocurriendo. Es la gran oportunidad de reconstruir la Izquierda chilena de este siglo, participando -sin pretensiones de hegemonía- en el torrente del cambio social y cultural que se ha puesto en marcha.

El gobierno del presidente Piñera enfrenta la coyuntura tal como lo haría el empresario Piñera. En ese sentido es leal consigo mismo. El criterio que lo guía es el mercantilismo. El culto al dinero que todo lo puede y por eso intenta comprar al pueblo. Pone sobre la mesa 5.500 millones de dólares para hacer frente al desempleo y agrega unas cuantas dádivas que no repararán las pensiones y salarios miserables. Ninguna de las medidas del gobierno toca un pelo al 1% que concentra el 22,6% de los ingresos y la riqueza en el país (1). Y mucho menos de las empresas mineras cuyas exorbitantes ganancias constituyen un insulto a la soberanía y dignidad de Chile. El ministro de Hacienda corrobora con énfasis que no hay intención alguna de aumentar los impuestos a los que más ganan y ni siquiera de aplicar medidas rigurosas para impedir las evasiones y triquiñuelas tributarias que roban al país miles de millones de dólares.

El presidente Piñera y su equipo no pueden actuar de otra manera. Ellos son la quintaesencia del neoliberalismo. Entretanto la caldera social hierve, la economía se hunde, el Banco Central inyecta 20 mil millones de dólares para frenar el alza del dólar, la fuga de capitales ya supera los 14 mil millones de dólares, y la aprobación al presidente Piñera oscila entre 4,6% y 10% en las encuestas.

Impresionantes son las cifras de la represión. Más de 25 muertos, 600 heridos (entre ellos 240 que han perdido uno o los dos ojos), 50 mil detenidos, centenares de hombres y mujeres torturados y sometidos a vejámenes sexuales. Un récord tenebroso para un presidente que decía representar el ala liberal de la derecha.

La realidad indica que el país necesita un periodo de transición hasta que la Asamblea Constituyente culmine su trabajo y someta a plebiscito la nueva Constitución.

La transición necesariamente debe comenzar con la renuncia del presidente Piñera y la retirada del escenario de su equipo político. Resultaría intolerable para la recuperación democrática y pacificación del país que el presidente continuara otros dos años en La Moneda. Se necesita un cambio del elenco gobernante para que el pueblo comience a confiar de que sus demandas serán atendidas.

La insurrección abarca un vasto campo social y cultural, es pluriclasista y en su seno confluyen distintas corrientes ideológicas. Muestra una enorme capacidad de organización que en la base social tejen millones de protagonistas anónimos. Destacan la participación femenina, de los jóvenes, los trabajadores y personas de mayor edad, cuya diferentes formas de lucha empujan en conjunto hacia el cambio social y cultural del país.

La elite oligárquica y la casta política a su servicio tienen todavía recursos para prolongar su hegemonía. Están aderezando un pastel de leyes represivas y una versión adocenada de la Asamblea Constituyente para que esta fracase y no cambie nada. Pretenden pre fabricar la nueva Constitución mediante un entramado de reglamentos y disposiciones que limiten la autonomía de los constituyentes. La casta política pretende bloquear el paso a una democracia con justicia social y participación popular.

Hay que impedir a toda costa que tales maniobras tengan éxito. Si lo consiguieran frustrarían el más grande esfuerzo colectivo de nuestro pueblo en toda su historia.

MANUEL CABIESES DONOSO
5 de diciembre 2019.

(1) Cepal, “Panorama Social para América Latina 2019”.